Ibón, ¿cuándo te surge la idea de traducir a Wieland?¿Por qué sus Narraciones cómicas y, de entre ellas, Juno y Ganimedes?
No es un texto canónico: llegué a él por vía indirecta, gracias a un pintoresco estudio que lo presenta como la primera obra literaria en alemán que tematiza expresamente el deseo homosexual. Al leerlo me pareció brillante (posiblemente es el más divertido del ciclo de las Narraciones cómicas), y sobre todo me llamaron la atención sus logros estilísticos. Así que había dos buenas razones para traducirlo: la refrecante audacia de su contenido y el jovial virtuosismo de su dicción.
¿Qué convierte en "atractiva" la lectura de un clásico del XVIII a comienzos del tercer milenio?
Creo que puede responderse en esos dos niveles. Por un lado, a muchos les descubrirá que la moral sexual ha conocido variaciones muy marcadas, y que un literato del XVIII podía ser muchísimo más abierto de espíritu que uno de 1900. Pero es que también su lenguaje puede resultarnos más cercano y atractivo. A Wieland se le ha considerado un escritor para escritores: lo es en la medida en que se plantea y resuelve en forma muy consciente retos estilísticos que no son evidentes a todo lector. Pero eso no quiere decir que sea difícil: al contrario, como puede verse (espero) en este librito, resulta infinitamente más fluido y fácil de leer que casi todos los autores alemanes que le seguirían (y que buena parte de los españoles). ¿Es mayor la exigencia al traducir al castellano a uno de los grandes de la lengua alemana? La exigencia es conseguir esa misma fluidez y facilidad aparente con unos moldes rítmicos distintos a los del original (para los interesados en estos detalles técnicos, me extiendo algo en el prólogo sobre cuestiones de prosodia). Pero en general siempre he encontrado más sencillo traducir a un gran autor que a uno mediocre, porque de lo que se trata es de que acabe sonando bien. El reto que me interesaba aquí era actualizar un tono, desenvuelto y provocadoramente frívolo, que me parece que puede ser una referencia para revitalizar el lenguaje poético actual, que demasiadas veces suena plúmbeo y amuermado.
¿Existían otras traducciones anteriores de Wieland publicadas en castellano?
Hasta donde he podido ver, es la primera. Desde luego no he visto ninguna en el último siglo, y no creo que hubiese una recepción de Wieland en la España de su tiempo ni en la más convulsa que siguió en el XIX hasta la Restauración. Así nos va. El lector en castellano de hoy sigue teniendo un mapa de la literatura mundial tremendamente deficiente, lleno de agujeros, y la propia literatura ha sufrido mucho de esa recepción deficitaria de otras tradiciones. Estamos hablando de un autor capital en una de las literaturas más potentes que ha habido, y del que hasta ahora no podíamos leer un solo verso en castellano. Más grave todavía es que tampoco en Alemania se le lea, pero esa es otra historia.
¿Qué adoraron y detestaron los románticos alemanes de Wieland?
El Romanticismo es, a mi juicio, la mayor revolución moderna del espíritu; pero tuvo también una serie de consecuencias nefastas. Algunas de ellas obedecen a contradicciones que son internas al programa romántico, pero muchas son perfectamente contingentes y obedecen a las trayectorias personales de algunos de los representantes más señeros del Romanticismo. En el caso alemán, los que no se suicidaron ni se volvieron locos acabaron convertidos en reaccionarios de gran vocación censora. Y a Wieland, que había dominado el panorama literario hasta que aparecieron ellos, le dieron por todos los lados. Se aprovecharon de la lengua literaria que él había ensanchado como nadie, aunque prefirieron estrecharla haciéndola "profunda"; los reproches que le hicieron eran casi en exclusiva de naturaleza moral y política. El mejor resumen de su crítica y del talante de esa crítica me parece la triple descalificación que le hace Schlegel: Wieland sería "poco serio, poco heroico y poco alemán". El otro día se lo comentaba a un joven alemán y contestó "Coño, pues ya son tres virtudes!" Creo que la anécdota ilustra muy bien la necesidad de revisar nuestra recepción de estos autores.
¿Existe todavía la disyuntiva Goethe-Wieland?
La oposición, más que con Goethe, suele ser con Schiller o con Hölderlin, aunque también con un Goethe leído "a la alemana". Goethe terminó por ser el Papa de la literatura alemana y la piedra de toque para evaluar a otros, pero compartió mucho con Wieland y en cuestiones de moral erótica era igual de abierto y tolerante que él; las diferencias entre ambos son coyunturales. Con esto quiero decir que no sólo debería rescatarse a Wieland, sino también al propio Goethe en lo que tiene en común con Wieland.
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